
EL ESTUDIO PARA EL JUEVES 7 DE MAYO 2015
2 SAMUEL 24
Este capítulo es un ejemplo de cómo Dios le permite a Satanás obrar para que se cumplan los propósitos del Señor.
2 SAMUEL 24.1–9 David censa al pueblo
1 Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e incitó a David contra ellos a que dijese: Ve, haz un censo de Israel y de Judá.
2 Y dijo el rey a Joab, general del ejército que estaba con él: Recorre ahora todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beerseba, y haz un censo del pueblo, para que yo sepa el número de la gente.
3 Joab respondió al rey: Añada Jehová tu Dios al pueblo cien veces tanto como son, y que lo vea mi señor el rey; mas ¿por qué se complace en esto mi señor el rey?
4 Pero la palabra del rey prevaleció sobre Joab y sobre los capitanes del ejército. Salió, pues, Joab, con los capitanes del ejército, de delante del rey, para hacer el censo del pueblo de Israel.
5 Y pasando el Jordán acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que está en medio del valle de Gad y junto a Jazer.
6 Después fueron a Galaad y a la tierra baja de Hodsi; y de allí a Danjaán y a los alrededores de Sidón.
7 Fueron luego a la fortaleza de Tiro, y a todas las ciudades de los heveos y de los cananeos, y salieron al Neguev de Judá en Beerseba.
8 Después que hubieron recorrido toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días.
9 Y Joab dio el censo del pueblo al rey; y fueron los de Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada, y los de Judá quinientos mil hombres.
¿Qué había detrás del deseo de David de realizar un censo nacional? ¡Orgullo! David había ganado un buen número de grandes victorias y quería pavonearse en la gloria del éxito. Parece que no había nada de malo con un censo, pero en este censo David tenía el propósito de alabarse a sí mismo.
Otro factor a considerar es Éxodo 30.11–16 El dinero del rescate
11 Habló también Jehová a Moisés, diciendo:
12 Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado.
13 Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová.
14 Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová.
15 Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas.
16 Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas.
Según el censo que Dios ordenó a Moisés, cada ciudadano debía entregar una vez contado un «dinero del rescate» porque este dinero era un recordatorio de que el pueblo de Dios era tributario del Rey que es Dios (lo que equivale a nuestro deber de entregar nuestro diezmo una vez que somos salvos). Según Éx 30.12 habría mortandad si no se entregaba el dinero del rescate. Y esto es exactamente lo que ocurrió.
En 2 Samuel 24.8 vemos que Dios le dio a David casi diez meses para cambiar de parecer y evitar la disciplina. Incluso usó el consejo sabio de Joab para desalentarlo, pero David no quería escuchar. Es muy malo que los hijos de Dios a veces se obstinen en su corazón e insistan en salirse con la suya. El pecado de David no fue algo impensado ¡Estaba rebelándose consciente y lentamente contra Dios!
Hay una serie interesante de contrastes entre este pecado y su pecado con Betsabé:
(1) este fue un pecado del espíritu (orgullo) en tanto que el otro fue de la carne;
(2) actuó con persistencia deliberada, mientras que su pecado con Betsabé vino como resultado de los repentinos deseos incontenibles de la carne;
(3) este pecado involucró a la nación y setenta mil personas murieron; su otro pecado fue un asunto familiar y cuatro personas murieron (o sea que la paga del pecado siempre va a ser muerte, aunque en el NT se trate de muerte de bendiciones y posesiones materiales).
(4) Sin embargo, en ambos pecados Dios le dio a David tiempo para arrepentirse, pero él esperó demasiado, lo cual contrasta notoriamente con la parábola del hijo pródigo en la que incluso el padre hace una gran fiesta para su hijo que volvió en sí y se arrepintió pronto.
Tal vez pensemos que el orgullo y la rebelión contra la Palabra de Dios no son pecados serios, pero en la vida de David produjeron más grande aflicción y tragedia que su adulterio. Debemos evitar los pecados «de la carne y del espíritu» ( 2 Co 7.1 ).
2 Samuel 24.10–17
10 Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente.
11 Y por la mañana, cuando David se hubo levantado, vino palabra de Jehová al profeta Gad, vidente de David, diciendo:
12 Ve y di a David: Así ha dicho Jehová: Tres cosas te ofrezco; tú escogerás una de ellas, para que yo la haga.
13 Vino, pues, Gad a David, y se lo hizo saber, y le dijo: ¿Quieres que te vengan siete años de hambre en tu tierra? ¿o que huyas tres meses delante de tus enemigos y que ellos te persigan? ¿o que tres días haya peste en tu tierra? Piensa ahora, y mira qué responderé al que me ha enviado.
14 Entonces David dijo a Gad: En grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres.
15 Y Jehová envió la peste sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beerseba, setenta mil hombres.
16 Y cuando el ángel extendió su mano sobre Jerusalén para destruirla, Jehová se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: Basta ahora; detén tu mano. Y el ángel de Jehová estaba junto a la era de Arauna jebuseo.
17 Y David dijo a Jehová, cuando vio al ángel que destruía al pueblo: Yo pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre.