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2 REYES 9

 

 

2 Reyes 9–10

Son capítulos que están llenos de violencia, porque vemos al Señor ejecutando su ira contra los que por tanto tiempo despreciaron y desobedecieron su Palabra. El tipo del cumplimiento del juicio de la tribulación sobre el mundo entero.

 

El rey Jehú fue el instrumento de venganza en manos del Señor ( 9.7 ). Leer 9.1-7

 

Pero se le pasó la mano, y en Oseas 1.4  Dios anunció que juzgaría a la casa de Jehú debido a sus obras de despiadados homicidios. Jehú llamó a sus actividades «celo por Jehová», pero podemos ver en sus homicidios un motivo carnal y pecaminoso que no honraba al Señor.

El ungimiento (9.1–13)

 

Joram (o Jehoram), el hijo de Acab, reinaba sobre Israel y Ocozías reinaba en Judá. Ambos reyes se aliaron para luchar contra Hazael, rey de Siria. A Joram lo hirieron en la batalla y se recuperaba en Jezreel y Ocozías fue a visitarlo.

 

Jehú era un respetado capitán del ejército de Israel, quizás uno los líderes clave en la guerra. Años antes fue uno de los guardaespaldas de Acab cuando este malvado rey tomó posesión de la viña de Nabot.

 

Eliseo no fue a ungir a Jehú; lo hubieran reconocido y tal vez atacado. En vez de eso, escogió a uno de los hijos de los profetas que corriera a Ramot de Galaad y ungiera a Jehú como rey de Israel. Esto lo había ordenado Dios años antes ( 1 R 19.15–17 ).

 

El joven profeta obedeció con prontitud; de súbito apareció en el concilio de guerra, le pidió a Jehú que pasara a una habitación en privado en donde le ungió y le dio el mensaje de Dios, y luego se retiró tan rápido como llegó. Jehú sabía su misión: exterminar a la familia de Acab y vengar la sangre inocente derramada por Acab y Jezabel y sus descendientes.

 

Compárese el versículo  9  con  1 Reyes 15.29  y  16.3–11 .

 

Los soldados pensaron que el profeta estaba loco; Jehú pensó que los soldados habían arreglado todo el asunto. «Vosotros conocéis al hombre y sus palabras», dijo Jehú pensando que ellos organizaron en secreto una rebelión armada en contra del rey. Pero los oficiales admitieron que no sabían nada, de modo que Jehú les dijo lo que le comunicó el mensajero del Señor. La inmediata respuesta de ellos fue someterse a él y proclamarle rey.

 

(leer v.14-15) En el versículo  15  el nuevo rey actúa con cautela para mantener en secreto su ungimiento hasta que pudiera cumplir su importante tarea. Si la palabra hubiera llegado a los dos reyes en Jezreel, el súbito ataque de Jehú hubiera podido fracasar.

 

Muerte al rey Joram (9.14–26).

 

El rey herido estaba en Jezreel y Ocozías le visitaba. Dios determinó que ambos reyes estuvieran juntos cuando les llegara la hora del juicio. El rey envió mensajeros para que interceptaran a Jehú, pero él rehusó detenerse por ellos y darles alguna información. Este soldado popular era conocido por la «marcha impetuosa» de su carro y el centinela lo reconoció a la distancia. En lugar de esperar en la ciudad donde había alguna protección, los dos reyes salieron a encontrar a Jehú, quizás porque pensaron que su gran capitán tenía buenas nuevas desde el campo de batalla. Jehú se concentró primero en Joram, pero su anuncio sólo hizo que el perverso monarca saliera huyendo. Jehú le mató fácilmente con una flecha en la espalda.

 

De esa manera se cumplió la Palabra de Dios, porque murió en aquella porción de tierra que Acab le robó a Nabot alrededor de veinte años atrás. Esto nos demuestra que Dios se tarda, pero no olvida.

 

Muerte al rey Ocozías (9.27–29).

 

Ocozías también trató de huir, pero los hombres de Jehú le siguieron hasta el reino de Samaria (no la ciudad), donde le mataron en Meguido.

 

A sus siervos se les permitió que le llevaran a Jerusalén para un entierro decente. Ocozías era cuñado de Joram ( 8.18 ), y por eso se le incluyó en el juicio contra la casa de Acab.

 

Muerte de Jezabel (9.30–37).

 

La reina madre todavía ejercía gran poder en Israel, pero su hora de juicio había llegado y nada podía protegerla. Oyó que Jehú venía y audazmente se atavió para recibir al nuevo rey. Se «pintó los ojos con antimonio» y se puso su corona en su cabeza. Iba a morir como una reina. Su declaración en el versículo  31  nos lleva de nuevo a  1 Reyes 16.9–20 , en donde Zimri mató al rey y gobernó sólo siete días. ¿Estaba la perversa Jezabel tratando de sobornar a Jehú para que le dejara con vida e hiciera así más seguro su trono?

 

Varios sirvientes del palacio ayudaron a Jehú para echar a la reina por una ventana del piso alto y Jehú acabó el trabajo pasándole encima del cuerpo con su carro. Después se apoderó del palacio y disfrutó de un gran banquete. Luego instruyó a sus hombres que sepultaran a la reina muerta, pero los perros ya habían hecho su trabajo y se habían comido su cuerpo. Véase  1 Reyes 21.23 .

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